domingo, 24 de febrero de 2013

Cuarto domingo - La espada y la luz




Cuarto Dolor y gozo: La espada de la Madre y la Luz del mundo.

Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción – y a ti misma una espada te traspasará el alma- para que se pongan de manifiesto los
pensamientos de muchos corazones.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Lc 34-35. 30-32


Nuevamente el dolor aparece en la vida de la sagrada familia. No por tener a Jesús, al Hijo de Dios vivo entre ellos iban a quedarse fuera de la ley del dolor. Más aún, Jesús, como Salvador y luz del mundo, por fuerza provocaría sombras, dejaría en evidencia la oscuridad de muchos que, teniendo a Dios en los labios, lo arrojaron hace tiempo de su corazón.

La profecía se dirige a la Madre, a María. José queda de espectador, asombrado del misterio una maternidad no sólo física, sino sobre todo espiritual: una espada de dolor... una espada que será lanzada en el corazón del Hijo y de la Madre, y que en el templo, en la penumbra de no saber lo que será, también atravesó el corazón bondadoso del justo José.

¿Qué es este Niño? ¿Qué esta Madre? ¿Acaso se podrá desvelar el misterio de la salvación? Y José calla, como calló María, para guardar todas estas cosas bajo el cerrojo del corazón que contempla, sufre y ama. El silencio y la incertidumbre.

¡Dolor de esposo, al ver sufrir a su mujer! ¡Dolor de padre, viendo cómo aquel chiquillo sería una bandera reñida! ¡Dolor de israelita, como viera que el Mesías esperado iba a ser también, sobre todo, rechazado!

Pero José es el hombre que más confianza ha merecido de Dios, y quien tiene al Señor, tiene la paz del corazón. Más aún, la alegría, el entusiasmo, la certeza de la Salvación. ¡Cómo brillarían los ojos del anciano Simeón! ¡Qué gozo sentiría José al ir viendo los frutos de la salvación que el seno de María se había gestado y que él había recibido, el primero de todos los varones, de todos los hombres, en sus brazos!

¡Oh José, que tanto gozaste con saber que Jesús sería luz, que no se apagaría, sino que crecería hasta iluminar a todo el mundo, a todas las naciones!

Reflexión

-          ¿Cómo vivo el dolor? Si ahora no tengo algo en concreto, ¿cómo me preparo? ¿Me uno a Dios por medio de la oración, con disposición a aceptar lo que él quiera enviarme? ¿Me dejo iluminar por los ejemplos de la Palabra de Dios, de los santos...?
-          ¿Estoy cercano a los que sufren? Visita a enfermos, delicadeza con familiares, conocidos y ceracanos –prójimos- que viven situaciones duras...
-          ¿Me preocupo por aquellos que tengo cerca de mí, y no creen? ¿Sufro, me duele que Jesús no sea conocido y amado en mi entorno?

Preces

-          Por lo que sufren, víctimas del odio religioso, por sus convicciones y credo, especialmente por los cristianos perseguidos. Por intercesión de José, varón fuerte: Señor, escucha y ten piedad.
-          Por los que no conocen a Cristo, y por aquellos que habiendo recibido formación cristiana, lo rechazan y desprecian. Por intercesión de José, varón fuerte...
-          Por los padres de familia en apuros, para que confiando en Dios, hallen consuelo y socorro en la fraternidad de los cristianos. Por intercesión de José, varón fuerte...

Oración

José, tu no quisiste una vida cómoda, sino entregada a Dios. Ayúdanos a no buscar nuestro provecho sino en todo la gloria y honra de Dios.

Textos Alternativos

De hecho, cuando tu Jesús –que es de todos, pero especialmente tuyo– rindió su espíritu, la lanza cruel no alcanzó su alma. Si le abrió el costado, sin perdonarle, estando ya muerto, sin embargo no le pudo causar dolor. Pero sí atravesó tu alma; en aquel momento la suya no estaba allí, pero la tuya no podía en absoluto separarse de él.
San Bernardo, Sermón para el domingo de la octava de la Asunción, 14

Es el drama del rechazo de Cristo, que, como en el pasado, también hoy se manifiesta y se expresa, por desgracia, de muchos modos diversos. Tal vez en la época contemporánea son incluso más solapadas y peligrosas las formas de rechazo de Dios: van desde el rechazo neto hasta la indiferencia, desde el ateísmo cientificista hasta la presentación de un Jesús que dicen moderno y posmoderno. Un Jesús hombre, reducido de modo diverso a un simple hombre de su tiempo, privado de su divinidad; o un Jesús tan idealizado que parece a veces personaje de una fábula.
       Pero Jesús, el verdadero Jesús de la historia, es verdadero Dios y verdadero hombre, y no se cansa de proponer su Evangelio a todos, sabiendo que es "signo de contradicción para que se revelen los pensamientos de muchos corazones" (cf. Lc 2, 34-35), como profetizó el anciano Simeón. En realidad, sólo el Niño que yace en el pesebre posee el verdadero secreto de la vida. Por eso pide que lo acojamos, que le demos espacio en nosotros, en nuestro corazón, en nuestras casas, en nuestras ciudades y en nuestras sociedades.
       En la mente y en el corazón resuenan las palabras del prólogo de san Juan: "A todos los que lo acogieron les dio poder de hacerse hijos de Dios" (Jn 1, 12). Tratemos de contarnos entre los que lo acogen. Ante él nadie puede quedar indiferente. También nosotros, queridos amigos, debemos tomar posición continuamente.
Benedicto XVI, Catequesis del 3 de enero de 2007

Observemos, pues, lo escogido de las expresiones de esta distinción. Dice que se ha preparado la salvación de todo el pueblo, pero anuncia la caída y la elevación de muchos. El propósito divino es la salvación y la gloria de todos. Sin embargo la ruina y la elevación de muchos consisten en la intención de cada cual, según sea creyente o incrédulo. Ahora, que los caídos o incrédulos se levanten está conforme con la razón.
            Pero en esto se da a conocer que la ruina afecta a lo más malo, porque no merecen igual castigo los que vivieron antes del misterio de la encarnación, que los que vivieron después de la redención y de la predicación. Y especialmente debían ser privados de los beneficios antiguos los que procedían de Israel y pagar con penas más graves que todas las demás naciones, porque no quisieron admitir lo que se les había profetizado, lo que ellos habían adorado, y lo que de ellos había nacido. Por esto se les amenaza de una manera especial con la ruina no sólo de la salud espiritual, sino también con la destrucción de la ciudad y de los habitantes de ella. La elevación se ofrece por el contrario a los que crean, así a los que viven bajo el yugo de la ley, y a quienes se trata de librar de él, como a los que viven sepultados con Jesucristo, y que habrán de resucitar con El.
San Gregorio Niceno

domingo, 17 de febrero de 2013

Tercer Domingo - La Sangre y el Nombre



Tercer dolor y gozo: La primera sangre derramada, ponerle Nombre.

Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al Niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
Lc 2, 21

¿Por qué contemplamos como dolor de san José la circuncisión del Señor? Para un judío observante, piadoso, este era un momento muy importante de la vida, pues marcaba para siempre, de una manera rotunda en la carne, la pertenencia al pueblo de Dios, a la nación que el Señor se había escogido como heredad, la alianza salvífica con el Dios de Abraham. Era deber del padre cumplir con exactitud este precepto, que no se debía postergar ni aun cayendo en sábado. Y era motivo de alegría, para cuya celebración se reunían vecinos y familiares. Entonces, José, ¿por qué sufres?
El ángel le había revelado el misterio de la concepción virginal de María. Habían pasado muchos días desde aquel primer anuncio, y la venida a Belén, la incomodidad del lugar del parto... todo habría hecho meditar sobre el destino de este niño al que iba a poner nombre, que llamaría hijo suyo siendo anterior a todos los siglos. A José, como en un espejo, por la meditación de la Sagrada Escritura y por la intimidad con María, se le mostraba en aquella primera sangre del Salvador todo el cáliz de la Pasión. Sí, Isaías habla del Siervo sufriente, del Varón de dolores, de aquel que, siendo el elegido en quien se complace y reposa el Espíritu de Dios, es el mismo sobre el que se descargará la culpa de todos nosotros, hasta no quedar de él apariencia humana. Sí, José, en medio de la alegría del hijo nacido ve aparecer en el horizonte la sombra oscura y terrible de algo a lo que no sabe ponerle nombre: la Cruz.
Pero a la misma vez contemplamos el gozo de poner el nombre al Salvador. Y le puso el de Jesús, el mismo que el ángel había anunciado a la Virgen y a él en sueños. Jesús, Jesús... ¡qué dulzura de nombre! ¡Y qué altura de misión! ¡Dios-salva! A la alegría humana que tendría José, como todos los padres, se le suma la de saber que este Niño está destinado para ser felicidad de todos, para ser la esperanza de la humanidad, para ser el consuelo y la fortaleza de todos los pobres y débiles. ¿No habían sido los pastores los primeros en adorarle? ¿Y no había visto en sus rostros brillar una felicidad y alegría como sólo puede venir del cielo?
Sí, a lo lejos, la gota de sangre que cayó al marcar la carne tierna de Jesús parecía convertirse en un torrente de dolor y odio, pero con resplandores de día octavo, de luz y de vida, de liberación, de Pascua. Sí, la sangre que ahora manchaba el blanco lienzo marcaría los dinteles de la creación como una marca indeleble de amor de Dios por la humanidad. ¡Oh dichoso José, que todo eso contemplarías al octavo día de nacer el Señor!

Reflexión
-          Jesús nace hombre verdadero, en una familia, en un pueblo y asumiendo todas las prescripciones de una religión. La encarnación es entrar en la entraña de la humanidad, sin condiciones ni privilegios. Asómbrate, y pide que también Jesús entre en tu vida, en tu familia, y no le pongas condiciones: sólo dejale hacer, obedécele.
-          ¿Cumplo con fidelidad mis deberes religosos? ¿Amo a la Iglesia, sus enseñanzas y sus preceptos, conociéndolos y respetándolos?
-          Jesús vivió como verdadero judio, al igual que María y José. ¿Mi vida cristiana es real o sólo de nombre? Mi bautismo, que mayor que la circuncisión, ¿es sólo algo del pasado o intento vivirlo día a día, como hijo de Dios?

Preces
-          Por el pueblo judío, que no reconoce a Jesús como salvador, para que la sangre que derramó en la cruz sea recibida por ellos como bautismo de salvación. Por intercesión de José, piadoso: te rogamos, óyenos.
-          Por todos los cristianos que viven alejados del amor de Dios, para que descubran la misericordia y la bondad de Nuestro Señor. Por intercesión de José, piadoso...
-          Por todos los que honramos a san José, para que imitemos sus virtudes y amor a Dios. Por intercesión de José, piadoso...

Oración
Oh José, que con devoción filial y piedad sincera cumpliste el precepto de circuncidar a Jesús: concédenos que por las buenas obras y la piedad amorosa cercenemos el pecado de nuestro corazón. Por Jesucristo, Nuestro Señor.

Textos alternativos

La Circuncisión de Jesús, al octavo día de su nacimiento (cf. Lc 2, 21) es señal de su inserción en la descendencia de Abraham, en el pueblo de la Alianza, de su sometimiento a la Ley (cf. Ga 4, 4) y de su consagración al culto de Israel en el que participará durante toda su vida. Este signo prefigura "la circuncisión en Cristo" que es el Bautismo (Col 2, 11  - 13).
Catecismo de la Iglesia Católica,  527

Así como hemos muerto con El en su muerte, y hemos resucitado en su resurrección, así también hemos sido circuncidados con El; por lo cual de ninguna manera necesitamos ahora de la circuncisión carnal.
Orígenes, in Lucam, 14

También para recomendarnos con su ejemplo la virtud de la obediencia y favorecer con su compasión a los que, viviendo bajo la ley, no habían podido llevar su yugo, para que el que había venido revestido de una carne semejante a la del pecado, no rechazase el remedio con el cual se acostumbraba purificar la carne de pecado. Porque la circuncisión prescrita en la ley obraba entonces la misma cura saludable contra la llaga del pecado original, que ahora el bautismo después de la gracia revelada, con la diferencia de que no se podía entrar en el reino de los cielos, sino solamente hallar después de la muerte el consuelo del descanso de la paz celestial en el seno de Abraham y esperar con dulce esperanza la entrada en la gloria.
Beda, in hom, Circumcis. Dom

Siendo la circuncisión del hijo el primer deber religioso del padre, José con este rito (cf. Lc 2, 21) ejercita su derecho-deber respecto a Jesús.
El principio según el cual todos los ritos del Antiguo Testamento son una sombra de la realidad (cf. Hb 9, 9 s.; 10, 1), explica el por qué Jesús los acepta. Como para los otros ritos, también el de la circuncisión halla en Jesús el cumplimiento. La Alianza de Dios con Abraham, de la cual la circuncisión era signo (cf. Jn 17, 13), alcanza en Jesús su pleno efecto y su perfecta realización, siendo Jesús el  sí” de todas las antiguas promesas (cf. 2Co 1, 20).
En la circuncisión, José impone al niño el nombre de Jesús. Este nombre es el único en el que se halla la salvación (cf. Hch 4, 12); y a José le había sido revelado el significado en el instante de su anunciación: Y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados (Mt 1, 21). Al imponer el nombre, José declara su paternidad legal sobre Jesús y, al proclamar el nombre, proclama también su misión salvadora.
Redeptoris Custos, 11-12

viernes, 15 de febrero de 2013

Oremos por el Papa y por la Iglesia

Esta semana nos ha sorpredido a todo la noticia de la renuncia del Santo Padre a la sede de Pedro.
El sentimiento no puede ser más confuso, pues obedientes al que es Vicario de Cristo en la tierra no podemos dudar de que sea no sólo lo más sensato y sabio, sino que sea voluntad de Dios. Pero a la par nos sentimos huérfanos, porque perdemos un grandísimo Papa que ha sabido dar a la Iglesia un impulso de renovación desde sus fuentes más verdaderas.

Para la fiesta de san José quizá tengamos nuevo Papa. Quiera el Señor, por intercesión del patrón de la Iglesia universal, su padre José, que no deje de guiarnos con un pastor sabio, pero sobre todo, santo.

¡Viva el Papa!

sábado, 9 de febrero de 2013

Segundo Domingo - La miseria y la gloria



Segundo dolor y gozo: No encontrar para nacer Dios aposento; ser el primero en contemplarlo

Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio. Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad. También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa, María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.
Lc 2, 1-7

            Todo el relato del nacimiento del Salvador está relatado una sencillez y una alegría como sólo el evento más grande de la historia podía realizarse. Aunque aparecen circunstancias que complican el nacimiento, vemos cómo Dios mueve los hilos de la historia para que todo ocurra como estaba profetizado, y lo que a los ojos profanos son casualidades, descubrimos la mano de Dios que guía nuestros pasos.
Pero una sombra entristece la buena noticia de la Navidad. Lucas lo deja para el final, como queriendo evitar el disgusto. Aquel que es Hijo del Altísimo, que será grande y que va a heredar el trono de David, su padre, nace no en una casa acorde a su misión, no en la tranquilidad del hogar, sino en la pobreza del pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada...
            Pongámonos en la piel de José. Emprender el viaje habría sido difícil. María estaba muy avanzada en la gestación, y todo cuidado es poco. Ir a Belén sin María habría sido falta de delicadeza, toda vez que el embarazo se habría empezado a manifestar antes de vivir juntos a los ojos de los vecinos. Llevarla, por esos caminos, con un considerable viaje de cerca de 160 km no era lo más deseable... ¿qué hacer? Nuevamente, fiarse de Dios. ¿De Dios? Sí, de aquel que es Señor de la historia, y escribe entre líneas. ¿Quién iba a decir que por obedecer al emperador, pagano, ignorante de las cosas que ocurrían en aquella mísera región del imperio, se iba a cumplir lo anunciado por los profetas, que David viera llegar su día, y se alegrara?
            En momentos de profunda devoción, somos capaces de entregar a Dios cuanto nos pida. Pero lo que el Señor nos pide es que, cada día, en nuestra vida ordinaria, cumplamos lo que se nos pide.
Reflexión

-          ¿Cómo cumplo mis deberes? En el trabajo, en la vida familiar, con mis amigos y vecinos, en el cumplimiento de las leyes civiles, las normas de tráfico... ¿soy atento y responsable?
-          ¿Descubro en las circunstancias de la vida la providencia de Dios? Quizá su Rostro me esté esperando tras lo que parece insignificante a mis ojos.
-          ¿Me doy cuenta que sin la obediencia, sin la disposición a cumplir lo que el Señor nos pide, no puede haber vida cristiana?

Preces
-          Por los cristianos, para que seamos ejemplo de buenos ciudadanos, de amabilidad y de disposición a trabajar por el bien común. Por intercesión de José, obediente: te rogamos, óyenos.
-          Por nuestros gobernantes y responsables de la nación, que la gracia ilumine sus corazones y el Espíritu Santo guíe sus decisiones. Por intercesión de José, obediente...
-          Por todos los que trabajan por la paz, por los movimientos que buscan hacer una sociedad más justa y solidaria, para que encuentren en Jesucristo el modelo de verdadera humanidad. Por intercesión de José, obediente...

Oración
Oh Jesús, que durante tu vida oculta viviste sujeto a María y a José, danos tu gracia para vivir entregados al servicio del bien común y a descubrirte a ti en todas las circunstancias de la vida. Tú que vives y reinas.

Textos alternativos

La gracia de Dios ha aparecido a todos los hombres. Sí, Jesús, el rostro de Dios que salva, no se ha manifestado sólo para unos pocos, para algunos, sino para todos. Es cierto que pocas personas lo han encontrado en la humilde y destartalada morada de Belén, pero Él ha venido para todos: judíos y paganos, ricos y pobres, cercanos y lejanos, creyentes y no creyentes..., todos. La gracia sobrenatural, por voluntad de Dios, está destinada a toda criatura. Pero hace falta que el ser humano la acoja, que diga su "sí" como María, para que el corazón sea iluminado por un rayo de esa luz divina. Aquella noche eran María y José los que esperaban al Verbo encarnado para acogerlo con amor, y los pastores, que velaban junto a los rebaños (cf. Lc 2, 1-20). Una pequeña comunidad, pues, que acudió a adorar al Niño Jesús; una pequeña comunidad que representa a la Iglesia y a todos los hombres de buena voluntad. También hoy, quienes en su vida lo esperan y lo buscan, encuentran al Dios que se ha hecho nuestro hermano por amor; todos los que en su corazón tienden hacia Dios desean conocer su rostro y contribuir a la llegada de su Reino. Jesús mismo lo dice en su predicación: estos son los pobres de espíritu, los afligidos, los humildes, los hambrientos de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por la causa de la justicia (cf. Mt 5, 3-10). Estos son los que reconocen en Jesús el rostro de Dios y se ponen en camino, come a los pastores de Belén, renovados en su corazón por la alegría de su amor.
(Benedicto XVI, Mensaje Urbi et Orbi, 25-XII-2008)

Además, si hubiera querido, pudo venir estremeciendo al cielo, agitando la tierra y lanzando rayos. Pero no vino así porque no quería perdernos, sino salvarnos, y quería también desde el primer momento de su vida abatir la soberbia humana. Por esto, no solamente se hace hombre, sino hombre pobre, y eligió una Madre pobre, que carecía incluso de cuna en donde poder reclinar al recién nacido. Y continúa: "Y recostóle en un pesebre".
(San Juan Crisóstomo, homilia in diem Christi natal.)

Encontró al hombre embrutecido en su alma y por esto fue colocado en un pesebre como alimento para que, transformando la vida bestial, podamos ser llevados a una vida conforme con la dignidad humana tomando, no el heno, sino el pan celestial que es el cuerpo de vida.
(San Cirilo)

domingo, 3 de febrero de 2013

Primer domingo - Renunciar a María, descubrir el Misterio




Primer dolor y gozo: Tener que renunciar a María, su esposa; descubrir la vocación a la que Dios le llama.

La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa “Dios con nosotros”». Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor, y acogío a su mujer. Y sin haberla conocido, dio a luz a un hijo al que puso por nombre Jesús.
Mt 1, 18-25.

              
               “Justo”. Esta palabra brilla como título del esposo de María. ¿De quién se dice en la Biblia que es justo? No sólo del que cumple las normas, sino del que en la comunidad es leal, digno de confianza. José sería un buen trabajador, que contaba con la estima de sus vecinos y al que, quizá, recurrirían para consultarle o tener en cuenta su parecer. Y a su vez, José no viviría de espaldas a sus vecinos de Nazaret, sino preocupado por el bien de todos, y por la gloria de Dios.
               En el Antiguo Testamento, Abraham es considerado justo, porque cree en la promesa de Dios. Y a Dios le agrada esta justicia, como un sacrificio perfecto, donde la voluntad del hombre se entrega en amorosa confianza al plan salvífico del Señor. Por esta entrega, se establece así entre ellos un vínculo, una alianza.
               En el Nuevo Testamento, el Justo por definición será Jesucristo, el inocente que cumple la voluntad del Padre, aunque tenga que beber el caliz de la Pasión. Jesús es justo, porque obedece a Dios.
               José se encuentra con un problema que tampoco nosotros llegamos a descifrar. Su esposa se encuentra encinta. Y él se sorprende, pues aún no han vivido juntos. “No quería difamarla”. Conociéndola, no sería facil acusar a su mujer de adulterio, a ella, que es irreprochable, pero... todo son dudas, todo es misterio. Quizá José decida el repudio en privado precisamente porque presiente el misterio del poder de Dios, y se sintió pequeño, indigno, y quiso apartarse. Quizá no dudó de la que conocía virgen y casta, sino de sí mismo, incapaz de ocupar un lugar junto a ella en el cumplimiento de la profecía: “Una virgen concebirá...”. Todos sus planes se desaparecían y lo mejor para él era desaparecer.
               Algunas veces también nosotros pensamos que ante Dios sólo nos queda desaparecer.  ¡Tan inmenso es Dios! ¿Qué le importamos? ¿Necesita algo de nosotros? Y no es así, porque Dios es padre, y padre bueno que sólo quiere nuestro bien, aunque sin mimos. El Señor ha trazado para cada uno de nosotros una historia, que la iremos recorriendo libremente. Cuando aparece la cruz (dolor, fracaso, dificultades) en nuestro camino, no es una señal del fin, sino de la oportunidad de abrazarla o huir, de seguir por donde nos señalan sus brazos o darle la espalda al plan que Dios tiene para nosotros.
               Dios nos desplaza a José sino que le descubre su vocación en medio del misterio de la noche, donde el Señor habla con su lengua más profunda, los sueños. Es obra de Dios, y es voluntad de Dios que José sea esposo de María, y por tanto, padre de ese niño al que será él el que ponga nombre. Muchas veces, cuando parece que todo se nos hunde, aparece Dios para iluminar un horizonte de vida, de entrega, de amor más pleno, más auténtico.
               San José, que es padre de las almas que quieren vida interior, nos enseña cómo servir a Dios: con prontitud y silencio. Sin una queja, sin dejarlo para luego... la noche empezaba a clarear cuando acogió a María en su casa, fue creciendo el amor en la espera, hasta que desbordó de luz cuando tuvo en sus brazos al hijo de María, ¡su hijo!, y le llamó por primera vez Jesús.

Padrenuestro, avemaría y gloria.

Reflexión:
-          ¿Qué plan tiene Dios para mí? ¿Lo intuyo? ¿Deseo conocerlo? O, por el contrario, ¿vivo mi vida sin que Dios se meta en ella?
-          ¿Qué cruces hay en mi vida? Pecado, dolor, separaciones, problemas que me agobian... ¿Pueden ser una ocasión para fiarme más de Dios y dejar que sea Él el que actúe? Lo que Dios quiera, cuando Dios quiera, como Dios quiera...
-          ¿Cumplo con mis obligaciones para con Dios con espíritu de obediencia, de entrega, de generosidad?

Preces:
- Pidamos por la Iglesia, para que sea fiel al plan de Dios sobre ella, en sus instituciones y en sus miembros. Por intercesión de José, el justo: te rogamos, óyenos.
- Pidamos por las familias cristianas, para que abiertas al don de la vida, se dejen seducir por la misión que Dios les confía en el mundo. Por intercesión de José...
- Para que en la catequesis los niños y jóvenes descubran al Dios que nunca oprime, sino que nos libera, nunca anula, sino que nos da vida nueva. Por intercesión de José...

Oración:
               Oh José, hombre cabal y honesto, ayúdanos a descubrir nuestra vocación, y a vivirla con todo el corazón.  Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Textos alternativos

               José era efectivamente un hombre corriente, en el que Dios se confió para obrar cosas grandes. Supo vivir, tal y como el Señor quería, todos y cada uno de los acontecimientos que compusieron su vida. Por eso, la Escritura Santa alaba a José, afirmando que era justo. Y, en el lenguaje hebreo, justo quiere decir piadoso, servidor irreprochable de Dios, cumplidor de la voluntad divina; otras veces significa bueno y caritativo con el prójimo. En una palabra, el justo es el que ama a Dios y demuestra ese amor, cumpliendo sus mandamientos y orientando toda su vida en servicio de sus hermanos, los demás hombres.
(S. José María Escrivá, En el taller de José, Hom. 19-III-1963)

Conociendo José que María estaba encinta, se turba, porque la Esposa que había recibido del templo mismo del Señor y no conocía aún, la encuentra fecunda, y agitándose inquieto, discute y habla consigo mismo: "¿Qué haré? ¿La denuncio o callo? Si la descubro, no me hago cómplice de adulterio, pero incurro en crueldad, porque me consta que según la ley debe ser apedreada. Si callo, doy mi consentimiento a una acción mala, y participo con los adúlteros. Entonces si callar es malo y descubrir el adulterio es peor, la dejaré libre".
(San Agustín, in sermone 14 de Nativitate)

Santo Tomás elige presentar testimonios de diversas interpretaciones sobre el acontecimiento. Las posiciones se suelen resumir en tres: a) José tiene dudas sobre la fidelidad de su desposada, y siendo un hombre justo no quiere encubrir su falta; b) José sospecha de una intervención divina, y queda confundido entre "el asombro y la maravilla" (Suárez), quedándole clara la inocencia de María, (S. Jerónimo); c) José sabía que María había concebido por intervención divina y no humana. (Eusebio.) "José sabía que la preñez de María venía de Dios". (Basilio.) "José descubrió la preñez y su causa, que era por obra del Espíritu Santo". (Efrén.) "José comprendió que aquella era una maravillosa obra de Dios". (Eusebio.): "Pensó en separarse de ella en secreto para no cometer el pecado de ser llamado padre del Mesías. Temía vivir con ella pues eso podría deshonrar el nombre del Hijo de la Virgen. Por ello es que el ángel le dijo 'No temas llevar a María a tu casa'". Pablo, el diácono, en su Homiliarum atribuye a Orígenes una posición semejante. Actualmente, Ignace de la Potterie dice que la actitud de José no "ha de entenderse, ciertamente, si José se pregunta si María es culpable o no. Se trata más bien de una 'duda', de una indecisión acerca de lo que él debe hacer. ¿Cómo ha de comportarse él, el esposo de María, en la situación excepcional en que se encuentra su mujer?". Contando con argumentos lingüísticos y exegéticos propone leer: "José, su esposo, como fuese un hombre justo y no quisiese revelar (su misterio), resolvió separarse de ella secretamente";
(en María en el misterio de la Alianza, BAC 1993).

Respondiendo al claro designio de Dios, María con el paso de los días y de las semanas se manifiesta ante la gente y ante José encinta, como aquella que debe dar a luz y lleva consigo el misterio de la maternidad.
A la vista de esto su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto (Mt 1, 19), pues no sabía cómo comportarse ante la sorprendente maternidad de María. Ciertamente buscaba una respuesta a la inquietante pregunta, pero, sobre todo, buscaba una salida a aquella situación tan difícil para él. Por tanto, cuando reflexionaba sobre esto, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1, 20-21)
            [...]
            En las palabras de la anunciación nocturna, José escucha no sólo la verdad divina acerca de la inefable vocación de su esposa, sino que también vuelve a escuchar la verdad sobre su propia vocación. Este hombre justo, que en el espíritu de las más nobles tradiciones del pueblo elegido amaba a la virgen de Nazaret y se había unido a ella con amor esponsal, es llamado nuevamente por Dios a este amor.
            José hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer (Mt 1, 24); lo que en ella había sido engendrado es del Espíritu Santo. A la vista de estas expresiones, ¿no habrá que concluir que también su amor como hombre ha sido regenerado por el Espíritu Santo? ¿No habrá que pensar que el amor de Dios, que ha sido derramado en el corazón humano por medio del Espíritu Santo (cf. Rom 5, 5) configura de modo perfecto el amor humano?
(Redemptoris Custos, 2-3. 19)